- “ Señorita,
usted y yo, necesitamos hablar ”- estas palabras como un grito
intruso entraron a la cocina al abrir la puerta, su corazón se
acelero y una opresión en el pecho la dejo sin aire por un instante;
- “ Buenas noches mija, compermiso”- se escucho una segunda voz,
que si bien no fue un grito, las palabras sonaron fuerte, llenas de indignación y arrogancia .
El
aturdimiento duro unos segundos, segundos eternos, las siluetas
fueron tomando forma conforme su respiración retomaba el ritmo, eran
madre e hija de pie en su cocina mirándola fijamente, con la rabia
con la que ven los ofendidos a los que se les a pisoteado su
dignidad. Entonces comprendió lo que ocurría, la batalla seria en su
cocina, en
ese instante.
No pudo apartar la mirada de ellas, estaba paralizada y sintió un vació en el estomago que la asfixiaba desde adentro, de todas las
situaciones que imagino esta era mas improbable, hacia unos minutos había derramado lagrimas ante el inminente encuentro, el llanto era
ya un reflejo involuntario, durante meses su espíritu se fue
desgastando lentamente, soportando los caprichos y desplantes de una
niña mimada a la que había que tranquilizar con palabras tiernas
para que no iniciara un berrinche.
Durante meses habían trabajado
juntas para exponer los rostro de la de dignidad femenina, enormes fotografías se habían expuesto en la calle y solo faltaba un esfuerzo
ultimo para terminar, cuando un berrinche por el ego lastimado
complico todo,pero ya no había tiempo para palabras tiernas que
tranquilizaran a la niña y una atmósfera pesada se cernió sobre el proyecto.
Su espíritu no soporto mas y al final del proyecto termino
desquebrajado. Por eso el llanto involuntario, por eso la pesadez sobre los hombros, por eso esa rabia imposible de expresar por el
cansancio y la tristeza y por esa las dudas de su importancia y su valor como persona.
Y cuando sintió que la cocina se cerraba sobre ella, frente a la niña escondida baja las faldas de su madre, su espíritu encontró el valor y la tranquilidad que necesitaba, no grito por que ella no sabe gritar y no insulto por que no sabe insultar, se mantuvo serena, controlo el miedo que sentía y con firmeza dijo lo que tenia que decir, reclamo lo que tenia que reclamar, sin alzar la voz sin aspavientos.
cada grito de ellas choco contra un muro de tranquilidad, y se fueron como llegando gritando, por que ellas solo saben gritar, así es como arrebatan el respeto que no son capaces de ganar por ellas mismas,
Al final sentados en la mesa de la cocina pasamos el amargo rato con un trago de tequila y un poco de limón.
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