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En la esquita de Allende y décima, una pequeña construcción con aires del siglo pasado, se erige con sus ladrillos pelones y sus ventanas enmarcadas, frente a la pasividad de un pequeño parque que ostenta en su centro los restos de una fuente que fue.
En esa equina desde hace una semana un perro pug, de torso aleonado y hocicos negro, observa la calle.
Lo vi por primera vez el lunes por la mañana; el martes creí que era un muñeco pues seguía en el mismo lugar y con la misma pose,:el miércoles me lleve una gran impresión cuando, al acercarme a lo que creía era un muñeco, se rasco la oreja con la pata trasera; el jueves lo observe por un largo rato y no se movió ni un centímetro; el viernes ya no estaba.
Para el sábado ya me había olvidado del perro, pero los pasos tambaleantes de la noche me llevaron a esa esquina, y lo que les digo no es mentira, el perro pug estaba ahí en el mismo lugar con la misma pose y con unos lentes oscuros observaba el pausado paso de las negra siluetas de la madrugada.
En definitiva... un mundo nos vigila.
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