Me gusta caminar bajo la lluvia, pero esa lluvia que no moja
y que no hace ruido, de esa lluvia que cae como fantasma sobre las calles
abandonada en las horas de soledad apática.
Me gusta caminar sin desvíos por las banquetas, ignorar los charcos, arrastrar las
pisadas, que se mojen mis botas que el frío húmedo haga una pausa en mis pies y
que espere hasta el final de mi marcha.
Las calles son mías.